-Si ves que empiezo a hacer algo demasiado raro, llévame a la enfermería -bromeé, aunque en el fondo temía que la señora anemia hiciera de las suyas y me estropease el día. Aunque unos caramelos no tenían que afectar a la sangre, ¿no? Cogí el primero que encontré, que era de color así naranjita y me lo tomé de un trago. Fui a decirle a Ger que no notaba nada cuando en vez de oír mi voz de mi boca salió en un estruendoso rugido de león. Enseguida me tapé la boca con las manos, algo sorprendida, y noté que las mejillas se me encendían. Es que jopé, yo no tenía de esto en Tinworth *____*-. Vaya, qué poco femenino ha sonado eso
